Finalmente, a finales del 2007, se editó el esperadísimo segundo álbum de Ortophonk, cuatro año después de su excelente debut homónimo. Mucho han tenido que esperar sus seguidores para escuchar sus nuevos temas, pero ahora puedo escribir esa frase tan tópica pero tan cierta que es “la espera ha merecido la pena”. En cuanto se escucha el tema inicial, You don’t know, una pieza bellísima, impecable en cualquier aspecto (composición, arreglos, interpretación, producción, mezcla…, ¡de manual!), queda claro que la formación de Vitoria ha aprovechado bien el tiempo y que Massala films va a ser un gran disco, perdón, una gran película. El sonido marca de la casa, ese que integra admirablemente bien música negra y toques electrónicos, sigue intacto, pero los cuatro años de evidente evolución favorecen que ese mismo sonido sea aquí mucho más atractivo. Así es como estamos ante un álbum en la línea de Ortophonk, pero todavía mejor, que ofrece más motivos para adorar al conjunto y encumbrarlo como referente ineludible de la música negra española.

Massala films ofrece una sucesión de temas interesantes, la mayor parte de ellos orientados al baile, once piezas que se escuchan en un suspiro, que uno siempre quiere escuchar una vez más, una vez más, una vez, más, hasta que se ha hecho de noche, hasta que amanece. Es un álbum cohesionado que, no obstante, destaca por su enorme variedad, por los múltiples registros que maneja Ortophonk, cuya paleta estilística abarca desde el soul clásico al smooth-rap en portugués. Así es como el grupo consigue que un tema medio suyo sea muy bueno como norma, que siempre convenza y mantenga el interés. Ahora bien, existe un nivel superior que se presenta algunas veces en Massala films. Me refiero a esos cortes en los que deja de lado momentáneamente la escritura clásica, en la que no repara en gastos contando con tantos instrumentistas como sea necesario (en algo tiene que notarse que han participado 24 músicos) y en los que da rienda suelta a su imaginación, a sus irrefrenables inquietudes, creando así temas sumamente sorprendentes, que fascinan. En esos casos, ejemplificados por el maravilloso Scoobyjazz, Ortophonk no parece tener límite.

Me despido deseando que no haya que esperar otros cuatro años para escuchar el tercer álbum de Ortophonk, porque si mantiene la misma progresión, será antológico.

Santiago Tadeo
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